Ya me puedo morir a gusto. Eso fue lo que dije cuando vi a Johnny Winter en el Conde Duque allá por el 99. Menos mal que aguanté hasta el 25 de julio de 2008. Y menos mal que Johnny aguantó también. Porque el tipo esta hecho unos zorros: tiene la edad de tu padre, pero parece tu abuelo. Pero sin artritis, porque el tío sigue siendo un cabroncete con la guitarra (aunque los años no pasen en balde).
El concierto comienza sin el bueno de Johnny: guitarra (Paul Nelson), bajo (Scott Spray) y batería (Tony Beard). Una formación minimalista de las que me gustan a mí. A la mitad del tema introductorio, entra el escuálido albino, que apenas puede tenerse en pie, PERO SIN LA SILLA DE RUEDAS! ( go, Johnny, go!). Ya sentado, le acercan la guitarra coreana esa que tiene (¿se la fabrica FEBER, o es la última versión para el GUITAR HERO de Nintendo? Por Dios, que cosa más horrorosa). Paul Nelson desaparece y no volverá a participar hasta el It's All Over Now, casi al final del concierto.
Una vez superada la emoción inicial, reconozco que comienzo del concierto me deja un poco frío, pero, ¿¡qué coño?! ¡TENGO A JOHNNY WINTER DELANTE!
El que me trajo loco en la primera parte del concierto fue el bajista Scott Spray. Qué poderío a las cuatro cuerdas. No es que maltrate al bajo, pero lo toca con desprecio, con desdén, le mete mano, lo somete y domina. Ningunea a un instrumento que presenta indudables problemas de envergadura y digitación, con esas cuerdas como maromas de barco.
Merchandising: Madre mía, que camisetas más feas intentaron vender. Y lo de tener un sólo CD a la venta, y a 15 Euros, me parece de broma. Viva AMAZON, leñe, que te lo llevan a casa y te deja escuchar antes de comprar.
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